Fruta Prohibida

Me gusta la fruta. Desde pequeña ya fui la niña de la sandía , que cogía la rodaja con dos manos y mordisqueaba dejando gotear el jugo por la barriguilla.

Algo más mayor usaba a modo de pendientes pares de cerezas que colgaba de mis orejas.

Crecí y me hice ácida como un limón. A veces amarga como un pomelo, otras dulce como una fresa.

Juego a ser exótica como una piña, o clásica como una naranja. Incluso sofisticada como un lichi.

Pero lo que más me gusta de todo es comerte a ti, mi fruta prohibida.