¡Qué injustas a veces las cosas! Nadie merece el desprecio. Nadie merece un grito. Nadie merece un reproche. Nadie merece una mirada de odio. Nadie, y tu menos. Por ser tú. Mi tú. Mi medio yo y aun así tú. Quizás sea egoismo porque tu dolor me duele, pero me indigno y grito. Mis gritos de rabia son tus lágrimas impotentes. Grita conmigo, no te rindas.
Te mereces todo lo bueno que parece que no llega y llegará de golpe.